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Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirle, del hombre domando el rebelde,
mezquino idioma, con palabras que fuesen
a un tiempo suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar,
que no hay cifra capaz de encerrarle;
y apenas, ¡oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.
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